*Annapurna: Macizo montañoso de 55km en Himalaya. Culmina en 8.091m.
La diosa hindú que le da nombre representa la abundancia en las cosechas.
Fue el primer ochomil conquistado. Coronado en 1.950 tras una sobrehumana combinación de coraje, talento e insconsciencia por la cordada del experto Lachenal y el entusiasta Herzog. Hasta hoy, el libro de Herzog: "Annapurna, primer ochomil", sesgado a mayor gloria del autor, sigue siendo un clásico obligado para todo enamorado de las alturas.
Y hasta hoy, el Annapurna sigue representando mejor que ninguna otra cima -con permiso quizá del K2- la luz y la oscuridad que conlleva el desafío al aire fino. En los últimos días, hemos sido testigos con mayor dramatismo que nunca de un nuevo capítulo de esta historia eterna: Lo mediático, lo auténtico, lo trágico.
LO MEDIÁTICO: Este Annapurna 2010 ha reflejado descarnadamente la parte comercial y mediática del himalayismo. La carrera de los catorce entre Edurne y Oh Eu Sun incluyó helicópteros, grandes sponsors y hasta televisión en directo desde la cima. Ambas lucharon con bravura, ambas lograron su objetivo de cima con un enorme apoyo externo.
*Horia e Iñaki en el campo de altura. (Foto: Diario de Navarra)
LO AUTÉNTICO: Tambien pudo verse la parte más hermosa de la montaña: Mientras el mundo entero seguía los pasos de la alpinista coreana, por delante de ella avanzaba discreto un montañero que -el sí- va camino de la leyenda. Horia Colibasanu aguantó en 2.008 cuatro días a 7.400 metros luchando por salvar la vida de su compañero con edema, el pamplonica Iñaki Ochoa. Llegó a intentar fundir nieve con sus propias manos y boca, arriesgando serenamente su propia vida. Cuando todo acabó, pudimos ver -gracias al gran trabajo documental de Cuatro- al rumano reclamar su deseo de volver a aquella cima porque "Es nuestra montaña" (Si alguien no ha visto esos 23 minutos documentales, recomiendo que no lo retrase un minuto más: aquí el video íntegro)
Dos años despues, Horia volvía al Annapurna
Con una bandera navarra en la mano, hollaba la cima por los dos.
LO TRÁGICO: Desgraciadamente, la parte más trágica del himalayismo apareció de nuevo por sorpresa. Otra vez la montaña más oscura del mundo (40% de fallecimientos vs. cimas) volvió a cobrarse una víctima. En este caso, se trató del alpinista mallorquín Tolo Calafat que asaltaba por quinta vez un ochomil.
*Tolo Calafat en el Shisha Pangma (Octubre 2.009)
Iba en un equipo de enorme experiencia, haciendo cima con Carlos Pauner y Juan Oiarzabal entre otros. Tras coronar tardíamente, Tolo no logró completar el descenso nocturno hasta la seguridad de las tiendas de altura. Se derrumbó aún lejos del campamento, por el efecto del agotamiento. Acompañado por su sherpa Sonam, que dio un descomunal ejemplo de coraje arriesgando su vida por su compañero, ambos afrontaron un vivac casi suicida a más de 7.600m.
Un pimer amanecer vio el descenso de Sonam a las tiendas de altura. A la vez, el sherpa Dawa subía desde las mismas para reequipar y reabastecer a Tolo, porteando material comida y medicinas a la espalda. Sus compañeros españoles, exhaustos, no tuvieron fuerza ni ocasión de volver por él. Tampoco pudieron hacerlo los sherpas de la coreana. Ni pudo despegar por la meteo el único helicóptero del mundo capaz de subir a tal altura, que milagrosamente estaba disponible en la zona. El propio Horia al conocer la situación decidió no bajar y se quedó en altura para intentar el rescate. Desgraciadamente, no iba a ser necesario. Dawa lo intentó durante horas, pero no logró encontrar a Calafat, que se había extraviado y apartado de la ruta de descenso habitual
Sobre las 9 de la noche, arrancando su segunda noche al raso, la voz de Tolo a través de la radio se apagó. El vuelo del helicóptero en el segundo amanecer, con el médico alpinista Jorge Egocheaga a bordo para saltar al rescate, no logró localizarlo. Al final, Tolo no pudo resistir más y su cuerpo ha quedado en la montaña, cubierto por la nieve.
Annapurna es tambien en la mitología hindú un avatar de Durga, la inaccesible. Fiera pero serena guerrera de diez brazos que representa la combatividad femenina. Una diosa dual, de cosecha abundante y de ardor guerrera. Quizá un aviso a montañeros sobre el compromiso afrontado al querer entrar en su alto reino: La misma montaña que nos da vida tantas y tantas veces, puede tambien quitárnosla entera de un solo golpe.
*La diosa Durga batalla con el demonio-búfalo Mahisashura.
Tolo, te recordamos.
PD: Para quien desee enviar un mensaje a su familia y allegados, sus compañeros y amigos mallorquines han abierto aquí un buzón que permita atenderlo.
Gracias, Sergio, por el relato ponderado y sereno, lejos precisamente de lo mediático (y del amarillismo truculento de la crónica de sucesos que he visto hoy en algunos sitios) con ese lirismo de quienes amáis la montaña.
ResponderEliminarBuena crónica Sergio!
ResponderEliminarUna gran pérdida y una lástima. Imagino que es muy duro dejar a los amigos en la cima y bajar con el pensamiento que no le vas a volver a ver...
Un saludo!
El relato me ha dejado los pelos de punta. La verdad es que es una pena que este deporte se transforme en algo tan inhumano en algunos casos... aunque en otros se vuelve lo más AUTÉNTICO
ResponderEliminarSaludos
La montaña a veces es muy dura.
ResponderEliminarDespues de " lo nuestro " , que comparado con estas cosas es un juego de niños, siento de manera especial estas perdidas, y me imagino mejor la agonia que tuvo que pasar Tolo, y la de los demas compañeros viendo con impotencia como estando a unos cuantos metros mas arriba no se puede hacer nada.
ResponderEliminarUn saludo Sergio y mi mas sentido pesame para su viuda e hijos.
Bonita entrada Sergio. Lástima que no se pudiera hacer nada por él. Si es verdad que la coreana pudiendo ayudar, no lo hizo, era para amonestarla públicamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro que se entienda bien, Pablo. Las cosas que pasan allá arriba suelen ser muy complejas, demasiado casi siempre para los titulares de digestión rápida. Y aun esfrozándonos, suele quedar mucho en duda o por aclarar, pues a esa altitud nadie piensa ni recuerda con claridad.
ResponderEliminarCierto, Rafa. Y si vemos la carrera de los grandes ochomilistas, tras años y años en altura todos han perdido muchos camaradas en el monte. Es inevitable dado el enorme riesgo que supone cada reto.
Y por eso nos llama ¿Verdad, Gus? Nos pone un espejo delante para vernos tal como somos. En lo sublime, y en lo miserable, que llevamos dentro.
Si, Fer. Pero en la montaña me puedo sentir, y al volver seré mas fuerte. Creo que casi todos vivimos algo así cuando andamos entre peñas. Físicamente, dicen que el mínimo V02 relativo para plantearse un 8000 es de 50. Pues eso...
Jordan, lo nuestro de juego de niños ná. Fue un buen aprieto, muy bien resuelto entre todas. :-)
Como referencia de la dureza del monte, Tolo cayó de puro agotamiento...Era un gran atleta: 1h16 en media y 2h48 en maratón. Muchos ultras de montaña a sus espaldas. Fuerte y curtido. Pero aquel día no dio más. En altitud no puede haber rescates, pues apenas da para mantenerse vivo y respirando uno mismo. Solo algún portento físico y mental (Bukreev, Horia, etc..) ha logrado hazañas impensables.
Uff, Chusta. A primera vista mi sensación es como la tuya, mas no me atrevo a pronunciarme. Una sola vez he andado cerca de los 7.000m. Me quedó claro que en el aire fino la coherencia al pensar escasea, y las fuerzas se evaporan. Por eso, creo q quizá solo quien estuvo allí y lo vivió tiene los datos para juzgarse a sí mismo. Es tan difícil todo en esa altitud...
Por motivos obvios, leo esta entrada con otra visión, mucho más cercana a la real, de lo que lo hubiera hecho hace unos meses. Y también por la experiencia de aquel día, y el darme cuenta de que las cosas se ven de una forma totalmente distinta cuando de tus decisiones depende literalmente tu vida y la de los que te rodean, me voy a abstener de juzgar algunas manifestaciones que me han parecido, cuando menos, irrespetuosas y con cierto tufillo a "yo no he sido".
ResponderEliminarMi más sincero pésame a las familias de ese 40%, (se dice pronto), a las que les queda el único consuelo de que sus seres queridos murieron haciendo algo que tiene que satisfacer tanto como para que el riesgo merezca la pena.