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21 sept 2009

"Agua, rocas y sol"

*Pasamanos en los primeros tramos de Boca del Infierno

Ese es el mantra del barranquista, y con razón.
El descenso de cañones bajo lluvias es una especialidad kamikaze por definición, dado el enorme riesgo de avenidas de agua en los barrancos. Por otra parte, una hermosa gorga de montaña recorrida tiritando a nado bajo un cielo "panza de burra", con arreones de viento continuos a 7ºC es una experiencia digna del propio Masoch.

Hay excepciones, claro: De nuestros primos los espeleos, los barranquistas heredamos el interés por las cascadas y cursos de agua que se sumergen bajo tierra. A diferencia de ellos, nos interesan siempre que ese viaje dure unos pocos segundos (sifones) o como máximo unas pocas horas (travesías de cuevas). De nuestros abuelos alpinistas, los cañoneros mantenemos el gusto por las alturas y los grandes panoramas. Perseguimos a veces el nacimiento del cañón más allá de los refrescantes 2.000 metros de altura.
En este último viaje Alex y yo hemos podido saborear ambas facetas, subterránea y alpinista.


Empezamos el viaje recorriendo la Cueva de la Leze. Barranco subterráneo. Hermosa travesía bajo tierra junto al pueblo y zona de escalada de Eguino. La corriente viene de un soberbio hayedo. Asalta y taladra un gran farallón calizo de casi 70m de altura, y nosotros con ella. A lo largo de unas 2h30 los topos con neopreno recorremos varios rapeles, saltos y toboganes hasta volver a ver el sol. Un viaje mágico.
Queríamos completar el día con el descenso del navarro Artazul, viejo amigo, pero varios equipos nos avisaron en Leze que sus aguas estaban estancadas, y el descenso en mal momento.


*Panorama de la Selva de Oza desde los rápeles del Bco. Estribiellas.

Asi pues, adelantamos el traslado al Pirineo para llegar a dormir a la Selva de Oza.
Pasamos aquí al barranquismo alpino: Tras subir un tramo de sendero GR11 nos plantamos en más de 2.000m. de altura. Gran panorama a nuestros pies. Aquí mismo iniciamos el descenso del magnífico Barranco de Estribiellas, que recorría por primera vez. Gran contraste con el topeo del día anterior, pues sobre nuestro nido de águilas brillaba el sol. En cada rapel gozamos de enormes vistas de los espesos bosques del Valle de Hecho. Muchos y bien formados rápeles bajamos aquí.

*Alex en rapel de 25m en Estribiellas.

Completamos el día yéndonos rápido rápido a bajar un gran clásico, la Boca del Infierno. Muchas veces la he cruzado, nunca me cansa. Son apenas un par de umbrías gargantas con bonitos saltos, pero siempre deja buen sabor de boca por el gran ambiente de sus rincones.

*Primer salto en Boca del Infierno. 8 metros.

Nuevo día y migración hacia Canfranc en busca de Chinipi, Aguaré y sus hermanos. Llegamos, y tenemos que retroceder furstrados por la llegada del frío, los vientos y borrascas antes que nosotros. Aplicamos el plan B: Bajamos a buscar el fiable sol de Guara y a descubrir un clásico que no bajé nunca antes: Chimiachas.

*Alex en rapel final de Chimiachas a la Cocineta del Vero. 45 metros.

Barranco de fama tanto por las varias pinturas rupestres en su acceso, como por los hermosos tres rapeles de su tramo final, con espectacular caída a la Cocineta del Vero.
Con los traslados Oza-Canfranc-Alquézar perdimos mucho tiempo, y no echamos a andar hacia el cañón hasta pasada la 1 de la tarde. Para remate, tras completar Chimiachas legimos salir del tajo añadiendo en un par de horas extra la mitad final del descenso del Vero, con sus archiconocidos -y a veces delicados- caos.

*Sifón en los caos del Vero. Tocó pasar buceando.

El día se hizo así largo. A cambio, tuvimos como premio las luces de la puesta de sol sobre los farallones del Vero y sobre Alquézar. Mañana espera otro viejo conocido: Gorgas Negras.

Pero la montaña decide no regalarnos nada más. Al amanecer del día siguiente vemos que las nubes, lluvias y fríos primeros del otoño nos han seguido hasta la misma Sª de Guara. Y con garantía de ir a más y a peor en los próximos días. Asi pues, neoprenos y cuerdas a las bolsas. Barranquistas de vuelta, hasta la próxima solana.

*Atardecer sobre la Colegiata de Alquézar.

Y mientras, a rememorar los buenos ratos compartidos en los descensos que pudimos disfrutar. Los barrancos seguirán ahí, esperándonos, siempre.

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