SENDA DE CAMILLE — DÍA 3
DE LESCUN A SOMPORT, BUSCANDO META (32 km / D+1.300 m)
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Fue la tercera y
última etapa de mi travesía de Camille (109 km) Y aunque no fue la ruta soñada inicialmente, sí me recordó la importancia de a escuchar a la montaña… y a mi propio cuerpo. Los planes iniciales
preveían terminar remontando desde Lescun hacia el Refugio de Arlet y atravesar el Pirineo
por la puerta grande en una etapa recia y alpina, con 38 km y
D+2 400 m.
La Senda de Camille: Resumen completo tres días y galería fotos
AMANECER EN LESCUN (885 m)
La previsión de tormentas eléctricas y un aductor que venía protestando desde el
principio y acabó por romperse durante el descenso del Col de Petrechema me
hicieron recapacitar. No quería abandonar tan cerca de
la meta, así que tocaba asegurar la llegada. Así nació una variante más amable, que aún así me exigió cabeza, piernas y corazón. Al final, comentamos si creo que valió la pena la lesión asumida o no.
Despertar en el
Camping Lauzart es sentir el Pirineo francés en estado puro. Las Agujas de
Ansabère se recortan en el cielo, mientras el aroma a hierba mojada y a café
recién hecho inunda la mañana. El cuerpo está machacado, pero la cabeza solo
piensa en cerrar el círculo.
Arranco por la
carretera local que serpentea hacia el cruce de Lhers. Aquí el plan inicial
marcaba la subida directa al Refugio de Arlet por el bosque de hayas y pinos,
pero las nubes cargadas al norte me convencen de torcer. Hoy no hay epopeya
alpina; habrá constancia hasta la última zancada.
CRUCE DE LHERS → URDOS (840 m)
En el cruce
decido perder altura y buscar la carretera del valle. Tras un suave descenso,
el entorno se vuelve íntimo: el asfalto, flanqueado por prados y ríos, no resta
belleza al paisaje. El aire es pesado, el cielo plomizo, pero avanzar es la
consigna.
Tras 15 km (~D+200 m / –450 m), alcanzamos Urdos, pequeño enclave de tejados grises que nos recibe con la
calma de los pueblos olvidados. Aquí abandono la carretera y
enlazo un tramo del Camino de Santiago, que serpentea junto al río como un viejo amigo.
URDOS → PUERTO DE SOMPORT (1 631 m)
La subida
final es un pulso lento. En
Urdos me escapo por las sendas del Camino unos km antes de retomar la cinta
negra para el repecho final al Col de Somport. Y es que esos +790 m desde Urdos en unos 9 km se me hacen largos mientras avanzo con
un aductor roto que duele a cada paso. Pero la meta está cerca y la cabeza empuja.
A las 14:30 h, tras 7h00 de ruta, llego al Col de
Somport, punto de partida de esta aventura tres días atrás. Ana me está esperando para fotear y celebrar,
qué alegría. Y de esta manera, aquí entre brumas y viento cerramos el círculo de la Senda de Camille: 109 km/D+4 700 m en tres jornadas.
EPÍLOGO: ROTURA ADUCTOR
A la mañana
siguiente, en la consulta de Pepe (Fisiocercedilla) me confirma la rotura del aductor.
El no entiende bien porqué no paré y llame apenas lo supe, yo a veces tampoco…pero
lo cierto es que era lo que me pedía el corazón en aquel momento. Hoy, mirando
atrás, creo que volvería a hacerlo: Será que el hombre es el único animal capaz
de tropezar hasta 200 veces en la misma piedra, pero mi Senda de Camille ahí
está. Con sus tormentas, con el festín de buitres o los dolores de remontar
cojo Somport, unos recuerdos que ya son para siempre míos. Vivir, igual sea eso
sin más….
SENDA DE CAMILLE
DÍA 3: BALANCE.
Caminas al
filo de la tormenta, con las piernas pesadas pero la cabeza clara. Hoy no hubo pasos aéreos ni collados
épicos, pero sí un pulso silencioso contra la fatiga y el dolor. La escapatoria
por el valle, humilde y bella, me enseñó que no siempre es la cima quien te da
la gloria, sino la constancia de llegar, aunque sea cojeando.
El Camping
Lauzart fue refugio amable, la breve charla allí con Nicanor una motivación, el
Camino de Santiago un sendero de recogimiento, y el Col de Somport un arco de
cierre que me devuelve a donde todo empezó. El aductor arde aun y lo que le
queda, pero el corazón late tranquilo. Porque esta Senda de Camille no se mide para
mí en los kilómetros o metros positivos recorridos, mucho menos en el tiempo
invertido; Se mide en la fuerza que te deja dentro para volver a buscar
montaña. Y de eso, hoy tengo más que nunca.